lunes, 16 de junio de 2014

DILE AL MUNDO QUE LO SIENTO (8-10)

QUERIDO SANTA CLAUS
Querido Santa Claus:
Me llamo Carlitos y, pese a ser tan solo un niño soy consciente de muchas cosas, entre ellas que, teniendo que visitar a tantos niños en una sola noche apenas te acordaras de mi, así que te pondré en antecedentes.
Hace dos años te escribí, en parte admito, animado por mi padres, pidiéndote un único regalo de navidad. Un hermanito. Hice todo lo posible por portarme bien; ayudé a mamá en casa y saque buenas notas en el colegio para que papá estuviera orgulloso de mi. No puedes ni imaginar mi alegría cuando, dos días después de navidad me dijeron que en uno meses íbamos a ser uno mas en casa. ¡Me habías concedido lo que te pedí!¡Iba a tener una hermanita! No tenía palabras para agradecer semejante presente.

Varios meses después, papa y yo pudimos ver por primera vez la sonrisa del nuevo miembro de la familia. Mamá no. Dificultades en el parto dijeron. Solo sé que papá se puso muy triste y no paraba de llorar, hasta que un día se tomo unas pastillas para poder dormir y ya nunca volvió a despertar.

A mi hermanita se lo llevaron unos señores que prometieron cuidar de ella. Desde entonces, vivo en un orfanato, rodeado de cientos de niños tristes, sin vida pero con la ilusión de que esta noche vengas a visitarles y cumplir sus deseos como hiciste conmigo. Yo también deseo que vengas, pero no voy a pedirte nada. Este año soy yo el que tiene un regalo para ti, para agradecerte todo lo que has hecho por mi estos últimos años. No es gran cosa. Ni siquiera he pagado por ello, lo encontré dentro de un armario un dia que olvidaron cerrarlo con llave.

Lo único que deseo es que llegue esta noche. Oír el casabeleo que acompaña siempre tu trineo. Yo estaré aguardando, junto al maltrecho árbol de navidad con el que aquí crean ese moribundo espíritu de esperanza. Aquí espero, embriagado de esa misma esperanza, ansioso de que cruces el umbral, embutido en tu gracioso traje rojo y poder contemplar esos grandes y risueños ojos azules, observar tu sonrisa y acariciar tu rostro con dos cartuchos del calibre 20.

Siempre tuyo: Carlitos.

SUERTE
No te esfuerces en ver a través de tus ojos, marchitos y ahogados en oscuridad, empapados de restos de suplica, bañados en gotas de terror.
No intentes gritar, olas de fango y desesperación ya se encargaron de silenciar y encarcelar cualquier suplica.
¿Intentas arrastrarte con esas extremidades quebradizas e inútiles? hasta los arboles mas secos se compadecen de ti.
No hay sonido que atraviese los muros de moho y algas que ahora invaden tus oídos, nada que ponga en alerta tu marchita y escamosa piel, tan solo las frecuentes lluvias de monedas, cuyas ondas balancean tu cuerpo como un tronco a la deriva.
Solo te queda rezar porque una de esas gotas de cinco céntimos venga acompañada por el deseo oportuno, la perdida del chapoteo que acompaña a los sueños, el amargo sabor de una vida truncada.
¿Quien sabe? Quizás aun alguien te esté buscando y encomiende su suerte a un viejo pozo de los deseos.

CANCIÓN DE MIEDO Y MUERTE
Nuestro nombre lo perdimos, extraviados en escaramuzas sin sentido, ocultos por el desconocimiento y la ignorancia de saber a quien obedecemos, por quien derramamos nuestra sangre.
Nuestro escudo perdido. Adornado por el oxido del miedo, de la herrumbe que acompaña siempre a la muerte. De la sangre de padres, madres, hijos y hermanos  que han cubierto su forma con pinceladas de sueños rotos.
Nuestro blasón decora, desgarrado, viejas ramas secas, tapiza los suelos que huele a viudas y huérfanos cuyas lagrimas nunca volverán a hacer brotar vida en sus áridos corazones.
Nuestro paso, renqueante, involuntario y pesado nos guía a una batalla que no necesitamos, que ningún Dios ordena, a ningún rey obedece, que ningún capitán comanda.
Nuestro lema. Vuestra es la carne, nuestro es el hambre.


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