miércoles, 28 de junio de 2017

Reseña: EL OLOR DE LAS HOJAS MUERTAS de Sergio Moreno.



Autopsias Literarias del Dr. Motosierra presenta:

EL OLOR DE LAS HOJAS MUERTAS de Sergio Moreno.

Un cuervo posado sobre la luna.

Eso es lo que ve Darío cuando, a una semana de cumplir once años, los noticiarios de todo el planeta se llenan de imágenes que muestran una extraña sombra cubriendo parte de su circunferencia. Septiembre está empezando a alfombrar la ciudad con un manto de hojas muertas y, mientras él trata de imaginar una causa para semejante suceso, el mundo vive pegado a la televisión. Pero lo que deben ver no está tras las pantallas, sino tras los cristales de las ventanas. 

Mientras tanto, no muy lejos de allí, un hombre lo contempla todo con una sonrisa de satisfacción. Porque cree saber qué es lo que está pasando. Porque todo está escrito en un libro que le ha obsesionado desde su juventud. Siempre supo que todo lo que contaba era cierto, y ahora que el mundo parece condenado, el nombre de su autor ha pasado a ser el de su Dios particular. «Charles Hoy Fort lo sabía -se dice-. La cuenta atrás ha empezado».

Darío deberá enfrentarse al miedo y la soledad cuando el silencio se coma su vida, cuando la lluvia se lleve consigo todo lo que fue y deje únicamente a un niño con un chubasquero amarillo y una mochila a la espalda en las calles de Madrid.

Unas calles que pronto se teñirán de rojo.

Que si, que vale, que disfrutamos presumiendo de las bellezas naturales de nuestro querido planeta o de las maravillas que la mano humana a lo largo de su historia ha construido para formar parte de la eternidad y del legado de nuestra especie. Nos sentimos orgullosos de nuestro hogar, y los que tenemos un par de dedos de frente nos preocupamos por su bienestar, lamentando cuando alguien hace enfermar alguno de sus pulmones con incendios o deforestaciones, o cuando el fanatismo religioso aniquila ungidos por el odio y la ceguera, miles de vidas de nuestros semejantes o herencias artísticas de otros tiempos, de otras culturas. Nuestra alma llora y nuestro corazón se llena de rabia.

Pues eso, que si, amamos a nuestro mundo por encima de todas las cosas aunque no seamos conscientes de ello. A fin y al cabo, sin él no podríamos vivir, y ésta vez no estoy usando una metáfora romántica para acrecentar la belleza de las emociones, sino que es de cajón. Igual es ese amor, esa dependencia de su constante presencia y abrazo la que hace que en algún momento de nuestras vidas todos y cada uno nos imaginemos sin ella, fantaseando con verlo convertido en una bola de fuego y cenizas, inundado o poniendo a la especie humana en peligro de extinción a manos de algún tipo de amenaza biológica o sobrenatural.
Y sin duda en este campo los escritores, guionistas y cuenta historias en general parecen tener un don para mandar a nuestro planeta a tomar por culo cada poco tiempo y de maneras tan variadas e inverosímiles, que pocas cosas quedan que el mundo y sus habitantes no hayan sufrido ya en algún momento. Nos han echado encima plagas de muertos vivientes, nos han invadido dioses ancestrales de otros tiempos y dimensiones. Terremotos, maremotos y demás fuerzas de la naturaleza desatada ya no tienen secretos para nosotros. Los alienígenas parecen tener a la Tierra como centro turístico para hacer erasmus y hasta los seres del inframundo se dan de vez en cuando paseos por la superficie para matar el tiempo y lo que se les cruce. ¡Joder!, si hasta han demolido el planeta entero para construir una autopista...

En fin, que hemos llegado al punto en que ante las primeras evidencias de un nuevo desastre que ponga en jaque el concepto de vida que nos llega en formato libro, película o videojuego apenas consigue un efecto de vana curiosidad y un vago y desganado alzamiento de ceja. Y es que las herramientas y los materiales están ahí. Solo hay que saber utilizarlos.

EL OLOR DE LAS HOJAS MUERTAS es el resultado de la combinación de ambos elementos, teniendo como arquitecto a Segio Moreno, autor madrileño que tras probar suerte en el mundo de los relatos corto con SUSURROS DE SÓTANO Y DESVÁN y el terror sobrenatural de INSOMNIO, nos trae su visión personal del apocalipsis definitivo. Y sinceramente, soy el primer sorprendido al comprobar que el resultado es espectacular.

Aparte de bastante cansino (lo se, lo siento), la literatura Z es uno de los mejores ejemplos (al menos una buena parte de las publicaciones más actuales de dicho género)  de como el fin del mundo, el día del juicio final ha perdido buena parte de su significado emocional y, sobretodo, su impacto. Ponernos un puñado de muertos vivientes deambulando por las calles, arrastrando los pies mientras un grupo de supervivientes se refugia en un comercio u hogar una, y otra, y otra vez ha hecho que la visión general del desastre y su significado pierda completamente el sentido a favor de historias individuales de índole personal que resultarían en muchos casos poco creíbles si buscáramos el realismo más extremo en los relatos. Es decir, el fin del mundo en la literatura y el cine se ha convertido en una simple excusa en lugar del motivo o el eje en torno giran el nudo y desenlace. Así, Sergio Moreno busca y encuentra con su nueva novela el equilibrio entre la trama personal y la constante amenaza que supone cada paso, pensamiento o decisión, y lo hace de la manera más cruel pero efectiva: a través de los ojos de un niño, la más pura de las inocencias enfrentada a la más atroz de las pesadillas, un horror no siempre desconocido, pero usado de manera eficaz, sin ataduras y cargado de referencias.

Sergio parece usar su mente como una inmensa esponja, absorbe datos, escenas, influencias de todo tipo y origen y los acumula para después vomitarlos y dar forma a sus novelas. EL OLOR DE LAS HOJAS MUERTAS es el mejor ejemplo de ello y a lo largo del viaje que se nos propone no serán pocas las veces que intentemos hacer memoria recordando dónde hemos visto una u otra cosa. Y hacer eso es una perdida de tiempo ya os lo digo yo , puesto que cada elemento está compuesto por multitud de detalles que convierten lo conocido en nuevo...
Bueno vale, vamos a ser sinceros y un poco claros por una vez. Si buscáis una idea básica pero clara del tipo de relato que vamos a encontrar aquí, podríamos definirla como el resultado de una tarde de copas entre H. P. Lovecraft y Richard Matheson mientras Santiago Eximeno sirve las bebidas,... y ni siquiera así, puesto que mundos como los de los videojuegos o el cine a menudo alzan la voz muy alto en estas páginas. Dead Space, The Last of Us, The Thing, Soy Leyenda, una pizca de tonos macabros que aprobarían Brian Keene o Clive Barker de seguir escribiendo terror. Sin olvidar esa necesidad de seguir leyendo hasta el final para resolver el misterio propia de autores de nuestra tierra como Victo Conde. Siguiendo así, tendríamos una novela que, lejos de ser una aberración, un Frankenstein hecho con trozos de aquí y de allá y nada propio, parece moldeado de cero, otorgando a cada curva, cada costura, una personalidad si no propia, en absoluto reprochable.

A Fin y al cabo esta es una historia sobre el fin. Un fin que llega prácticamente antes de que la vida de muchos de comienzo, porque con solo 11 años, Darío y su familia contemplan como su existencia y el mundo que les rodea cambian radicalmente, sustituyendo preocupaciones que hoy ocupan casi todo nuestro tiempo como el trabajo o nuestro nivel económico por otros que convierten cada paso dado en un golpe de suerte si éste no acaba con alguien muerto. Un apocalipsis que Sergio se cuida de mostrar al detalle, haciéndolo evolucionar para inspirar al lector terrores e inquietudes que puede que ya conozcan de campos como el horror cósmico hasta llegar al más explícito gore, detalles que flotan en un caldo atmosférico que en ocasiones recuerdan los peores terrenos de niebla y oxido rojo de ese lugar tan conocido como es Silent Hill y sus habitantes. Y tampoco es solo el personaje de Darío el que se lleva el mérito de que el lector descubra sensaciones escalofriantes, ni la transformación de lugares conocidos (sobre todo para madrileños) en paisajes de autentica pesadilla, sino la unión de ambos y la misión que cumplen juntos.
Porque muchas veces se nos han vendido una historia de terror que, en el momento de la verdad nunca consigue salir de un relato con mucha acción, violencia, muerte y algún intento fracasado de giro argumental inquietante. EL OLOR DE LAS HOJAS MUERTAS es un crescendo rítmico de emociones donde destaca, por fin, la capacidad de tener al lector incómodo y angustiado. Sensaciones desagradables que no le abandonan ni siquiera cuando el pasaje sugiere una breve pausa de tanto sufrimiento y horror, un minúsculo rayo de luz esperanzadora, porque aquí uno se acostumbra a saber que nada de eso es cierto, que todo se puede ir a la mierda en el siguiente párrafo. Sonará típico y banal todo esto, peor alguien aficionado a la literatura de terror como yo cada vez lo tiene más difícil para encontrar la emoción que predica el género, y Sergio ha demostrado que no le gusta quedar mal en los retos difíciles.

A todo lo mencionado debemos sumarle dos sombras que cubren la totalidad del relato, y con más parentesco del que algunos creen. Por un lado es inevitable no mencionar a Charles Hoy Fort, investigador que en su Libro de los Condenados recopilaba más de dos mil hechos que ocurrieron a lo largo de la historia y que la ciencia no ha conseguido dar explicación. Una obra cuyo contenido tendrá gran importancia en esta novela, yendo mucho más allá de lluvias de sangre o manchas lunares. Otra sombra que se alza sobre la visión del Madrid apocalíptico de Sergio Moreno es la de la inconfundible y siempre bienvenida figura de Lovecraft, evidente influencia que, por cierto admiraba el trabajo de Fort y deja una clara estampa a lo largo de EL OLOR DE LAS HOJAS MUERTAS, donde se refleja su lado más visual y descriptivo y acrecenta la insignificancia del ser humano en el universo.

Tantas referencias, tantos enfoques, así como constantes cambios espacio temporales y alternancias de personajes hacen pensar que estamos ante un libro largo y denso, y es curioso porque cuando llevaba leído un tercio del mismo no podría sino afirmar este hecho, pero tras finalizarlo uno no puede evitar pensar que igual no es que Sergio alargue la historia innecesariamente, sino que la conexión con Darío y el consecuente sufrimiento igual nos supera y terminamos por rogar por el fin de su desgracia. No niego que algunos pasajes puedan alargarse más de la cuenta, y que la obra seguramente no se habría visto afectada en absoluto si se hubiera recortado un poco, pero con el tiempo uno se va olvidando de esto y prefiere verlo no como un defecto, sino como una seña de identidad del autor.

Una de muchas, porque si bien Sergio Moreno maneja la pluma con maestría y guiado por nombres nada desconocidos por los que todos seguimos disfrutando del género de terror, también ha sabido darle personalidad a su trabajo, de un ritmo ágil pero que no desaprovecha momento alguno para ser detallista, tanto con sus personajes como sus escenarios, sabiendo donde apunta con el puñal cuando quiere hacer daño de verdad y manejando la intriga de modo que no querrás parar de leer . Y lo mejor de todo, aunque poca gente suele destacar la importancia de esto, es que se siente la comodidad, el placer que cada párrafo destila por el gusto a la literatura, con sus virtudes y sus defectos (a veces se abusa del uso de algunos términos), pero siempre buscando un estilo propio sin proponerse ser otro Stephen King del montón destinados a acabar en el olvido.. Algo que mucho autores con varios títulos a sus espaldas pierden o descuidan en su acomodamiento y su ego.

Supongo que ha llegado el momento de los "peros", y aparte de los mencionados pequeños errores relacionados con la narrativa (Por ejemplo, en una sola página se usa dos veces la expresión "no se paró a pensar") solo me llaman la atención dos, uno de índole personal y que podéis saltaros y otro terrible.
En un momento bastante avanzado de la trama se desvela la historia de uno de los personajes principales de la novela, y aunque apruebo y admiro toda muestra de crítica social y reivindicación, es este caso no puedo evitar sentir como si ésta, debido a su naturaleza imprevista, lo corto de su desarrollo y la poca relevancia que tiene en apariencia con la historia principal, existiera de manera forzada, exigida y que denota cierta incomodidad al ser escrita. Pero como digo, esto no va más allá de una opinión personal, lo serio viene ahora, y ni siquiera tiene que ver con Sergio y su relato...
Cualquiera que me conoce sabe como trato los libros, sabe que cuando termino de leer una novela podría volver a ponerla en la estantería de una librería y pasar como nuevo. Por eso me jode que un libro como éste, al que considero uno de los títulos más potentes del terror patrio del presente año tenga una labor de edición tan pobre que algunas de las páginas del final se han despegado inexplicablemente del lomo, haciendo que una futura e inminente relectura se convierta en un juego de malabares que inevitablemente hace perder parte del placer de la experiencia. Duele que un contenido de la calidad de la presente obra, del trabajo de ilustración de Alberto Góngora, que si bien no es de mis favoritos, su trabajo siempre es admirable, tenga un continente que no esté a la altura.

Pues si, EL OLOR DE LAS HOJAS MUERTAS es, como habéis leído un poco más arriba, uno de los mejores títulos de terror publicados este año que podéis encontrar. Una historia llena de imaginación, talento y sentimientos batidos para dar como resultado una historia terrorífica, emotiva, dura y cruel, en ocasiones injusta y con uno de esos desenlaces tan apoteósico que resulta difícil de digerir pero que no puedes parar de disfrutar.
Esta es una de esas novelas que son puro gozo pero que no evitan dejar cierto temor en el aire... preguntándote si el autor estará a la altura en su próxima obra al haber soltado aquí tal cantidad de artillería. ¿Cómo será el segundo asalto?

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