domingo, 1 de octubre de 2017

Reseña: LIBROS DE SANGRE (Volumen IV, V y VI) de Clive Barker.



Autopsias Literarias del Dr. Motosierra presenta:

LIBROS DE SANGRE (Volumen IV, V y VI) de Clive Barker.

A mediados de los años setenta del siglo XX tuvo lugar una profunda revolución en el cine y la literatura de terror realizados en Europa y los EE.UU. Una auténtica oleada de películas, novelas, relatos y cómics denominados gore o «nueva carne» comenzó a invadir como una plaga los circuitos del género. Familias caníbales, asesinos psicópatas de hacha y sierra mecánica, zombis devoradores de carne humana y enfermedades contagiosas se erigieron en los nuevos protagonistas de las historias de terror. Directores de prestigio como David Cronenberg, Tobe Hooper o John Carpenter se habían atrevido a sacar el gore de su gueto marginal, y el joven británico Clive Barker iba a ser el encargado de llevar esta nueva sensibilidad sangrienta y visceral a la literatura de terror. Este segundo y definitivo tomo de Libros de sangre (1984-1985), obra maestra de Clive Barker, reúne los volúmenes IV, V y VI. 

Entre los relatos incluidos en este tomo, podríamos destacar “La Madonna”, en el que un universo líquido, viscoso y mercurial palpita bajo el suelo londinense, “Crepúsculo en las torres”, que nos ofrece un nuevo antihéroe, un mesías salvaje que recuerda al protagonista de su novela «Cabal» (1988), “La Edad del Deseo”, cuyo trágico protagonista ha sido víctima de un experimento digno del primer Cronenberg, o “El cuerpo político”, en el que el lector asistirá incrédulo a la truculenta rebelión de los miembros de un cuerpo humano decididos a independizarse de este de forma sangrienta. El tomo incluye también una de las obras maestras de Barker: “Lo prohibido”, origen de la película de culto «Candyman» (1992), una inquietante crónica de la vida secreta y las leyendas urbanas en los decadentes suburbios residenciales de una gran ciudad, una mezcla tóxica de fascinación erótica y horror, de atmósfera malsana y curiosidad sensual.

¿En qué momento el hombre dejó de tenerle miedo a los cuentos de viejas, a las historias de fantasmas y monstruos de naturaleza inimaginable y empezó a temer a su prójimo, a una amenaza que surge de lo que él mismo considera su lugar seguro, su refugio?, ¿Cuándo empezamos a temer lo que nuestro cuerpo alberga en su interior y, sobre todo, a su derramamiento?

Quizá desde el momento en que éste se descubrió a sí mismo como su propio peor enemigo se convirtió en un lobo para sus semejantes, y estos a su vez en una amenaza similar. Y es que el hombre a lo largo de los siglos, en el desarrollo de la sociedad que construyó, de su propia seguridad y comodidad, también ha sentido cierta necesidad de cierta emoción, una sensación de riesgo o una amenaza que sin ser tomada demasiado en serio, pusiera en riesgo su propio bienestar. Hay muchos precedentes que marcaron ese cambio, ese descubrimiento de la vulnerabilidad del cuerpo humano, donde el miedo a la muerte como hecho deja paso al pánico por las circunstancias de la misma, al dolor o a la grotesca profanación del cuerpo. Precedentes que no solo son encabezados por las guerras o desastres naturales. Recordemos por ejemplo cierto año 1888 en Londres, cuando el miedo más inverosímil y fantástico se reflejaba en esa vertiente gótica literaria llena de fantasmas, demonios o maldiciones nacidas de las leyendas o los cuentos populares, de peligrosos experimentos ideados por hombres de ciencia dementes..., y de repente todo eso pierde sentido y credibilidad cuando alguien empieza a convertir la calle Whitechapel en un cuadro obsceno y sanguinario, firmando la infame obra con el nombre de Jack.

Si el terror es una puerta que permanece cerrada, que se presenta a los valientes dispuestos a asomarse por la mirilla, sucesos como estos entre muchos son llaves que diferencia a los que realmente quieren aventurarse sin temor a lo que puedan encontrar incluso en el interior de ellos mismos, y a los que los horrores de la carne mutilada y la sangre de semejantes derramada han despertado un miedo que se alzan ante ellos como muros insondables. Y así ha seguido a lo largo de los años, en los que tanto la literatura como el cine se han nutrido de gran variedad de temores de todo tipo para que sus historias nazcan, crezcan y se desarrollen fuertes y eficaces, buscando vertientes cada vez más sanguinarias y resultados más viscerales. Y entre la superstición y lo excesivamente realista la constante y no tan fácil como aparenta búsqueda de un nexo que acerca cada vez más ambos puntos, lo fantástico con lo común, al monstruo y al hombre.

Digo que no es fácil porque en los tiempos que corren es complicado sentir propias esas historias de apariciones del más allá, de advenimientos de demonios, lagartos gigantes radioactivos o mil y una maneras más de destruir el mundo. Pocas obras hacen que sucumbamos a una realidad que el que cuenta la historia quiere imponernos, una conexión que muchas veces viene dada, como no podía ser de otra manera, por la sangre.
Me arriesgo a desviarme cada vez más del tema, pero me gustaría que esto se entendiera con un ejemplo actual y a mi parecer maravilloso. Un ejemplo éste que firma Guillermo del Toro con su obra El Espinazo del Diablo. No solo por la bella definición que ofrece del fantasma, sino por la imagen visual que ofrece del mismo. Esa figura difuminada, de piel agrietada como la porcelana, derramando al aire un fino hilo de sangre en un plano existencial que parece no registe por las normas de la gravedad del nuestro. Y aunque en un principio ese mismo hilo carmesí pareciera atender principios puramente estéticos, realmente se le puede encontrar un significado importante, siendo lo que une ambos mundos, el de los vivos y el de los muertos, la representación última de que esa forma errante fue en su momento un niño con los mismos sueños y esperanzas que los que ahora se cubren las cabezas con las sabanas ante su presencia. La sangre representa vida y muerte, cuando nacemos lo hacemos cubiertos de ella, y cuando crecemos y somos conscientes de nuestra propio final solo deseamos no acabar cubiertos de ella.

Pero volvamos un poco atrás en el tiempo y centrémonos en los instintos primarios, dejando de lado el extraño romanticismo que traen las tristes historias sobre muertes prematuras injustas y centrándonos en otro elemento que suele ir ligado al mismo desenlace: la violencia. Y es que acercándonos al final del siglo XX, a la década de los años 70, esta empezó a representarse en medios audiovisuales y literarios de un modo que en cierto modo también buscaba esa conexión entre el espectador y lo que se contempla, un escalofrío que naciera de lo explicitamente expuesto. El movimiento que se conoció como la Nueva Carne empezaba a centrar la importancia del mensaje que se quería trasmitir en un apartado exclusivamente visual. Sangre, tripas, cuerpos terriblemente torturados, heridas expuestas con un realismo casi obsceno eran las imágenes que inspiraban el lado oscuro del hombre y de las creaciones de este, puesto delante del espectador de manera agresiva, sin consentimiento ni advertencia.
Asesinos enmascarados, familias de caníbales, criaturas que no veían esta vez censurados el uso de su mortíferas y afiladas armas... detalles que en su conjunto marcarían un camino a seguir que dura hasta nuestros días y que iluminaron el camino a seguir para mucha gente ansiosa de mostrar al mundo las pesadillas que poblaban sus mentes y que hizo que nombres como Clive Barker se convirtieran en referentes y llamados maestros del terror.

Y por mucho que algunos piensen lo contrario, el escritor inglés ha dejado una impronta en el género del terror contemporáneo que va mucho más allá de los cenobitas de EL CORAZÓN CONDENADO (HELLRAISER) o los habitantes de MIDIAN en CABAL. RAZAS DE NOCHE. Su amplia colección de relatos breves, muchos de ellos recopilados en sus LIBROS DE SANGRE han supuesto una clara influencia tanto para la literatura como para el cine, siendo ademas muchos de esos textos adaptadas a la gran o pequeña pantalla y puesta en varias ocasiones la imaginación del autor al servicio de un ámbito más interactivo como es el de los videojuegos, con trabajos de estética tan sobresaliente como JERICHO o UNDYING. Una influencia de doble sentido la que encontramos aquí, que absorbe muchísimas características que se vieran a principios de los años 70 en esa nueva ola sanguinaria dirigida a un público que buscaba emociones fuertes en forma de un contenido explícito, y que excreta con formas nuevas, en cierto modo reconocibles si, pero dotadas de características que las hacen únicas.

Cuando expresaba mi opinión sobre la primera parte de esta recopilación de relatos reeditados por Valdemar expuse mi definición hacia el autor. Ahora, más de un año después no ha cambiada ni un ápice, pese a que como veremos, sí que lo hace la dirección literaria que toma para seguir impactando. Barker es un arquitecto de la carne, capaz de moldear el cuerpo de los seres vivos para darle formas inimaginables. Sus historias no se limitan a ofrecernos ríos de sangre derramada, explosiones de cabezas o mutilaciones expuestas con sumo detalle y menos lo hace únicamente por satisfacer el morbo de un lector sediento de las escenas más grotescas que se le puedan ofrecer. Lo que Barker hace con cada corte, golpe, desgarro, muestra de dolor o muerte bien puede definirse en ocasiones como un tipo concreto de arte. El creador se convierte en su creación y como su personaje Pinhead y su circulo de cenobitas, nos ofrece placeres que superan la barrera de lo prohibido, un sentimiento de la violencia que en no pocas ocasiones deriva en lo sexualmente placentero, y es que no es raro que se aproveche de una falta de diferencia aparente entre el placer y el dolor usando el sexo tanto para eliminar lineas fronterizas como para crear de otra manera una realidad donde los límites solo los marca una imaginación de la que a veces se duda de su cordura.

Este segundo Omnibus de los LIBROS DE SANGRE completa su primer tomo con los trece relatos que componen los volúmenes IV, V y VI, de los cuales los dos últimos vemos publicados en España por primera vez. Una nueva colección de cicatrices, perforaciones, cortes y escarificaciones que ponen a prueba las ideas más retorcidas y componiendo cuentos cuyos entresijos a muchos nos parecerían impensables si nos lo contaran en lugar de comprobarlo por nosotros mismos. Clive Barker vuelve a crear mundos, seres, maldiciones y puzzles que se conjuntan marcando una dirección concreta a la que se quiere dirigir su peculiar manera de afrontar el miedo. Si bien, sí que se siente un ligero cambio de rumbo, una variación en el punto de vista, en sus maneras de reflejar los horrores en relación con sus primeros trabajos. Así, mientras en estos relatos se nos contaban historias que destacaban por su ataque frontal y directo, que buscaba el impacto visual a través de una arquitectura repugnante y asombrosa a partes iguales, estos nuevos capítulos parecen ahondar más en la búsqueda de un significado más profundo de lo que se nos ofrece, dotando a los elementos de un mayor, digamos, abstracción o simbolismo.
De todos modos Barker nunca ha sido un autor que dé más información de la que él mismo se proponga. Sus historias no son viajes cuya recompensa  final sea la explicación de un elemento fundamental que evite dejar cabos sueltos. Cada historia afronta los acontecimientos con una naturalidad de la que extrañamente el lector se ve contagiado, entre otros motivos, por la extensión de los relatos (a veces cercanos a la novela corta), una longitud que da cierto margen de maniobra y especulación y donde en ningún momento notamos que alguien nos apura o empuja a acabar.

Abstracto, irreal incluso, las historias de estos LIBROS DE SANGRE parecen por momentos desarrollarse en un punto intermedio entre el sueño y la vigilia, algo como lo que veremos en relatos como EN CARNE Y HUESO de gran potencia narrativa e interesantísimas ideas que viajan a través de mundos cuyos escenas y por supuesto escenarios se graban en la memoria como hicieran aquellos reinos a los que cierto escritor de Providence viajaba en sueños para volver cargado de ideas y nuevas historias que contar.
Lovecraft se presenta como una clara referencia en ciertos pasajes de Barker, como podrían demostrar esas presencias tan atrayentes en un momento como repulsivas al siguiente que habitan los pasillos abandonados que se describen en LA MADONNA, e incluso en la no tan común lucha entre el bien y el mal (¿Qué es aquí el bien y qué el mal?) de LA ÚLTIMA ILUSIÓN.

Decía también que el escritor inglés no pocas veces ha demostrado que es capaz de crear relatos a partir de ideas que otros fácilmente desecharían a la primera oportunidad, tirándola a la basura y después prendiéndole fuego para que ningún incauto pudiera echarle un vistazo. Podemos leer cosas tan hilarantes como ingeniosas en EL CUERPO POLÍTICO y el comienzo de la más temida revolución largamente postergada o LA EDAD DEL DESEO, capaz de ofrecer momentos donde el lector no sabe si asquearse o carcajearse a lo largo de un espectáculo a medio camino entre lo gore y lo pornográfico, y ¡Sorpresa! el drama más desgarrador.

Algo que también caracteriza a muchos de los relatos que se incluyen en estos LIBROS DE SANGRE es la capacidad de expansión y ampliación de las ideas con las que se juega. Un claro ejemplo lo encontramos en LO PROHIBIDO, historia que aparte de suponer una disección sobre la naturaleza y repercusión de la leyenda urbana como concepto y una muestra práctica del funcionamiento de la hiperstición, su trama principal dio para hasta tres largometrajes que originaron la famosa saga Candyman. Y si hablamos de estiramientos de ideas no podemos pasar por alto LA CONDICIÓN INHUMANA, en cuyas líneas resuenan fuertes ecos de Hellraiser, de la Configuración del Lamento, de la búsqueda de un final que confundimos con la salvación.

Y aunque a estas alturas creo que ha quedado claro que Clive Barker es, por justas razones, uno de los referentes del género de terror y una influencia que dura hasta hoy, hay que admitir que ni siquiera el maestro se salva de la equivocación o de la imperfección, y es posible que algunas historias (siempre teniendo en cuenta el gusto personal de cada uno) no estén a la altura de las expectativas. Por ejemplo, ese brevísimo relato que parece fruto de una fugaz improvisación y que con el título de ¡ABAJO SATÁN! el intento de divertirnos con un sketch cómico sobre como en ocasiones lo que buscamos es exactamente lo que ya poseemos se queda en eso, en un mero intento. LA VIDA DE LA MUERTE llega también en un momento que no consigue dar la talla, y su argumento se ve superado por su propio ritmo deficiente y previsible, o esa nueva muestra de humor que en ocasiones no roza, sino que se abraza a lo absurdo que es LOS HIJOS DE BABEL, clara parodia de la conspiración y el libre albedrío.

Por suerte, cambios de registros que muestran una faceta poco común en el autor no solo no consiguen compensar esas fallas, sino además convertirse en uno de los mejores textos de la colección. Hablo en mi caso de REVELACIONES, una historia de fantasmas narrada desde un concepto y un punto de vista tan poco común como interesante, con un estilo y unas ideas que pueden recordar a un Stephen King en su mejor faceta de cuentacuentos. Una historia preciosa, dramática que deja a un lado el dolor físico para mostrarnos sus heridas más emocionales.

No como ocurre en CÓMO SE DESANGRAN LOS EXPOLIADORES o CREPÚSCULO DE LAS TORRES, distintas maneras de ofrecernos una orgía de sangre donde las maldiciones tienen un papel fundamental, ya sea convirtiéndote en la presa o en el depredador.

Estamos ante una colección de historias con un punto en común evidente y que suele ser el eje central de todo relato de terror: el alzamiento del mal, de una entidad cuyas promesas solo hablan de destrucción caos y muerte. Si bien en ocasiones este elemento desvirtúa de algún modo la conexión entre el lector y la percepción de un mundo real que ofrezca cierta seguridad al otro lado de las páginas, Barker vuelve romper esa barrera que ya demoliera a golpe de sangre, y lo hace con la elección de sus personajes. Aquí no hay héroes y villanos, no hay protagonistas y antagonistas que representen la eterna lucha entre el bien y el mal. Los fragmentos de los que se componen los LIBROS DE SANGRE están protagonizados por sujetos a menudo miserables, asesinos, mentirosos, estafadores, suicidas o fanáticos. El escritor realiza con cada texto un retrato social terriblemente fiel y nada desconocido, y donde los elementos sobrenaturales representados en criaturas aterradoras, enfermedades o experimentos mortales fortalecen y alimentan ese instinto humano que solo puede ser saciado con el enfrentamiento entre dos ideas no muy diferentes, que miran a un mismo punto:la supremacía por medio de la aniquilación del retador.

admito que estos tres últimos volúmenes de los LIBROS DE SANGRE no me han causado la misma satisfacción, ya sea por la sorpresa, el impacto o las ideas que se compilen que los anteriores. No obstante es imposible que su repercusión en la literatura del género de la que hoy disponemos pase inadvertida. Clive Barker no ha creado un concepto nuevo para entender el horror y el miedo a algo tan común y cercano como es la sangre. Lo que ha hecho es abrir los ojos y sujetar las cabezas de aquellos que no querían ver lo que siempre ha estado ahí y obligarles a mirar y aceptar la idea de que por muy sangriento y obsceno que sea lo que se muestre, siempre hay, al fondo de nuestros pensamientos una idea satisfactoria: el culpable consuelo de saber que no somo nosotros... aún.

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